Los SSD (del inglés Solid State Drive) son dispositivos de almacenamiento de datos, al igual que un disco duro tradicional (HDD), que se han vuelto muy populares durante los últimos años. A diferencia de los HDD, los SSD no presentan partes móviles en su interior, algo que se traduce en varias ventajas como veremos más adelante. En el interior de un disco duro encontramos un circuito impreso (PCB) sobre el que se sitúan los chips de memoria NAND, la controladora, los conectores para datos y alimentación principalmente.
Los chips de memoria NAND son los encargados de guardar la información en un SSD, la controladora es la encargada de gestionar el funcionamiento del SSD (hace todo el trabajo negro) por ello es el componente más importante para un mejor rendimiento y una mayor durabilidad. Finalmente los conectores de datos y alimentación sirven para conectar el SSD a la placa base y a la fuente de alimentación respectivamente.
Ventajas de los SSD
Tal como hemos visto los SSD carecen de partes móviles en su interior. Ello se traduce en un funcionamiento completamente silencioso y un menor consumo energético al mismo tiempo que se genera menos calor.
Sin embargo la diferencia más importante y la que he convertido a los SSD en los dispositivos más populares es sin duda el rendimiento. La ausencia de partes mecánicas convierte a los SSD en unidades mucho más rápidas que los HDD, haciendo que Windows pueda iniciar en menos de 10 segundos y que los programas se habrán casi de forma instantánea. Los SSD también son capaces de ejecutar varias tareas al mismo tiempo sin una pérdida de rendimiento notable, algo que no puede decirse de los discos duros tradicionales.